DÍAS DE LLUVIA
A Darío V. Núñez Palacios
Cómo entender la vida, Darío, en estos días de lluvia,
si no como esa inescrutable sucesión
de embates milenarios
naturales o no,
un constante despliegue y repliegue
asomando y asolando
el mundo que habitamos.
Cómo asir, vislumbrar siquiera,
más allá del horizonte
el fulgor de lo puro y desconocido,
el aura magnífica del mañana.
Cómo encandilar al Minotauro acompasado,
cómo cercar el paso de las nubes
de las sombras y su fauces
en la heredad solariega de la mítica ciudad de la esperanza
hundida para siempre en la nostalgia
implacable lejanía de luz de luna que sangra
ahora que todo se queda tan quieto y tan callado.
La luz que refleja la laguna
cual oscura lágrima se estanca en el alma,
el sonido de la lluvia triste persiste
cual húmedo tambor que lamenta la partida;
mientras unas flores amarillas regadas en el agua
llaman la atención de las gaviotas…
Pálido cielo, nubes superpuestas,
tantos gestos de amor iluminados con desorden;
la lluvia y su trabajo lo diluyen todo…
A merced de todo lo que vaca
como un ciego que ausculta la calle
a la sombra del geranio y de la escarcha
sorber en un racimo, la rosa intacta de la vida…
Cómo entender la vida, Darío,
acaso como un girasol que arde de noche
como la brasa que consume el leño
hollando la noche con el viento de marzo
bajo un diluvio de soledad
con el cuerpo golpeado por la mirada malva
desnudo en el agua, temblando de amor y de frío
mas no de miedo,
porque el amor es un río mucho más ancho
que las orillas del tiempo.
Cómo entender la vida, Darío, si no
como esa constante vocación de dar y de servir,
de levar anclas e izar banderas
y prender fogatas de ternura y amistad en estos
días de lluvia.
Marx Espinoza Soriano
25 de marzo de 2011
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