martes, 2 de marzo de 2010

Una espina ardiente en el corazón de Algemiro Pérez Contreras: Herida Innegable


Por Alberto Chavarría Muñoz

Visitando ese bosque de recuerdos, Huancayo de antes en fotos, es que la muestra fotográfica sobre la primera explanada de la Casa de la Juventud y la Cultura, encontré esa placa, un poco anterior, donde los muchachos isabelinos de la promoción 1960 se mostraban alegres para la vida y para el viaje; sin presagiar que sería su último recuerdo.
Ver esa imagen me hizo recordar al joven maestro jaujino, integrante del Grupo Intelectual Primero de Mayo, poeta de fina fibra estética, enamorador y sencillo como lo recuerda don Sergio Castillo Falconí, hijo amable de una mujer del pueblo: Algemiro Pérez Contreras. Él era el asesor de esa promoción fatídica que se perdió en Ocros. La lluvia del tiempo es aún reciente para olvidarlos. Más aún cuando algunas novias vieron esfumarse como el humo del fósforo apagándose, su vida junto al ser que amaban, el anillo puesto en la iglesia.
Algemiro había nacido el 30 de diciembre de 1934, tenía 26 años cuando la parca abrió la puerta del uku pacha, el mundo de abajo. Siempre había vivido entre el jirón Gálvez y Sucre, en Jauja, en esa casita de adobe y rodeada de flores: malvas, claveles, clavelones y lágrimas de rocío. Contemporáneo de don Edgardo Rivera Martínez vivió entonces en esa Jauja que éste describe en su maravilloso “País de Jauja”.
Irse a Lima para estudiar en la primera Escuela Normal del Perú, la que fundara Simón Bolívar, y que hoy es la Universidad Nacional de Educación “Guzmán y Valle”, La Cantuta, le permitió ampliar su cultura poética y refinó sus dotes de versificador. Don Víctor Ladera lo recuerda como el más entusiasta de los jóvenes que se acercaron al Grupo Primero de Mayo. Algemiro es un lírico en esa pléyade de poetas combativos, antiimperialistas y de estirpe proletaria.
Había que reconocer que el mundo había cambiado, Jauja era simplemente un pueblo bucólico, la poesía moderna, la que aprendió en la capital, no tenía lugar en su tierra. Huancayo ya era una bullente ciudad, sus calles, su movimiento, sus perspectivas como foco cultural de la región central eran promisorias. Por ello decidió trasladarse a Huancayo en 1958, apenas graduado de profesor.
Los años 50 en Lima hicieron colisionar a los poetas entre los poetas sociales, que cultivaban una poesía contestataria y concientizadora, y los poetas puros, que se refugiaban en su torre de marfil para producir la belleza poética sin importarles el sufrimiento popular. Un ambiente polémico, hiriente y de definiciones, fue el que conoció Algemiro. Como joven, tal vez como lo sintió Javier Heraud, percibió que era hora de superar esa horrible dicotomía.
El mismo hálito de “El río” se respira en su “Innegable Herida”:

“Estoy en todo lo que existe,
amor, de amor hablando.
Estoy en todo lo que miras.
En todo lo que tocas
tu mano me da en el corazón.
Ámame en el agua, hilacha de cielo;
ámame en la luz, hilacha de fuego:
ámame en el viento, musical hilacha.
Estoy en todo lo que tocas
tu mano me da en el corazón.
En todo lo tocado
mi corazón tu nombre escribe.”

Ah, Nadil, musa poética. Tal vez estés oyendo y una lágrima recorra tu ajado rostro, como él lo estaría hoy también, y que tú lo recuerdas altivo, garboso, fácil de palabra.

“Toda mi juventud la llevas tú.
Toda mi juventud va contigo.
Hermosamente me transportas
De la nada a la más nada y te bendigo
mensajera, adorable mensajera.”


Y como Heraud un mensaje premonitorio:

“Por si tengo que ausentarme
como un cisne y nadie diga nada
como un lucero más y nadie diga nada
como un ángel del alma y nadie diga nada
sabed hermanos amigos compañeros
aquí dejo la forma mi voz
amadla si queréis
rompedla si queréis
yo solamente os digo
mi voz es la de ustedes.”

La poesía de Algemiro sigue siendo fresca y dulce como el agua del río Yacus. Jauja te vio nacer, pero aquí en Huancayo te amamos más Algemiro. Tu canto aún revolotea como el picaflor sobre nuestras cabezas. Y tú sigue dándoles belleza y alegría a los muchachos que te acompañaron. Tu voz sigue siendo la nuestra.

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